Llego tarde en la noche después de una jornada extenuante, donde los tumultos emocionales y corporales de las personas desgastan el ambiente normal de una ciudad como Medellín. Ya en casa, opto por no encender el televisor para ver noticieros bombarderos de mensajes catastróficos que se disfrazan de tragedia política, desesperanza social, entretenimiento superfluo y toda información que obedece solamente a ?la chiva? del momento; informes morbosos y amarillistas que se queman hasta sacarle la última cifra de repunteo en el rating de la televisión nacional.
Ante este cansancio no solo físico sino mental, reviso las redes sociales (Facebook e Instagram) intentado encontrar algo medianamente decente para recrear la imaginación y poder escribir, o por lo menos no morir de ira en la monotonía de la permanente propaganda sociocultural cada vez más tensionada por las ideologías de moda que buscan seguir movilizando ciegamente a las personas y perpetuarse como posverdad. Y es acá, donde me encuentro con aquella frase de que ?todo tiempo pasado fue mejor?, recordando en mi desmemoria el término pornomiseria.
La pornomiseria fue una categoría acuñada por Don Luis Ospina y Don Carlos Mayolo, ambos directores de cine que encontraron en el status de la cinematografía de los 70?s un caldo de cultivo para hacer crítica. En estos tiempos, la miseria no solo era el objeto de estudio de la crema y nata académica de aquel tiempo, sino que se convirtió en toda una empresa para hacer dinero a partir de documentales y cortometrajes que exaltaban en imagen la miseria de los pobres como una condición favorable de humanidad y reconocimiento político. Un cine miserabilista que contribuía al mercantilismo de la pobreza social de aquella Colombia setentera.
Este término de pornomiseria llegó a mi mente viendo un reel; ?la miseria hecha imagen? pensaba, una miseria que se puede traducir en muchos sentidos más allá de lo socioeconómicamente establecido. En la actualidad, lo pornográfico va más allá de cuerpos plastificados con siliconas que se pavonean por reels generando monetizaciones indescriptibles y cuya cuantía supera en ceros a los que un profesor de a pie como yo podría aspirar. Esta miseria se puede rastrear en actores que se dedican a decir tonterías, a políticos que ahora hacen TikToks bailando, monjas ridículas haciendo fonomímicas de reggaetón e incluso sujetos, sujetas o sujetes ? ya uno no sabe cómo ser políticamente correcto- que viven tomándose fotos con filtros exhibiendo una vida inexistente, superflua, paupérrima, que busca el reconocimiento social engañando a otros cautivos de las redes que igual o peor, aspiran a esto que llama nuevos estilos de vida o de moda.
No puedo negar que ante este panorama siento frustración. Cada vez que veo las redes sociales me sorprende la cantidad de información basura que aparece donde los valores se han transformado en banalidad, egolatría, absurdo. Me sorprende que hoy cualquier tontería o imaginario que nada tiene que ver con lo medianamente comprensible para una persona normal, sea la nueva tendencia de consumo que aporta a la economía de un Estado. Es tan ridículo, que hasta los mandatarios debieron acceder a estos mecanismos indignantes para ganar adeptos y votos o para desinformar a los románticos electores.
En fin, vuelvo sobre el reel de la noche que revisé en las redes sociales esperando inspirarme para escribir, y me di cuenta de que a este paso no puedo volver a verlas. Me da miedo caer como un zombie ante esta violencia de información basura que nada habla de mi mundo. Me da ira saber que las vidas de estas redes sociales en su mayoría son tan miserables como las proyectadas en el cine de los 70?s. Me pone a pensar que hemos caído tan bajo que hasta profesoras han decidido emprender en el negocio de onlyfans a través de la exhibición descarnada y descarada con pochecas o nalgas ajustadas al estereotipo de la actualidad. ¡Estamos en crisis! y la pornomiseria no solo ha seguido siendo un negocio, sino un estilo de vida. Al final, mi cansancio de aquella noche oscura fue un agotamiento físico y preocupación que se superó con descanso; sin embargo, pobres de los que viven de vender su imagen desgastada y trivial en redes sociales porque imagino que su cansancio debe ser existencial.